Viene a Lima porque me dijeron que aquí vivía mi hermano, un tal Miguel Suarez. Me lo confesó mi hermana mayor, quien antes de morir, me hizo prometerle que lo buscaría y lo encontraría. Su mirada triste se clavó en mis ojos y no dejaba de repetirme que lo buscara, porque era necesario que esté con él para que me cuidara. Cuando ella dejó de respirar, hice mis maletas y enrumbé a la capital.
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